¿Qué hacemos acá?
Texto y fotografías
por Leandro Paolini Somers
Me mudé a un pueblo. Es una
ciudad pero con alma de pueblo. Sobre la costa argentina. En pleno otoño. Los
días son fríos. Hay muchos locales tapiados. Acá se almuerza en sus casas y se
duerme la siesta. Las caras en la calle se repiten y son siempre las mismas. Mismos
mozos, mismos comensales, mismos taxistas, mismos choféres, mismos transeúntes.
Hay clases económicas altas, medias y bajas. A la clase baja mucho no se la ve.
Deben ser como los Morlocks. Pero hay todo tipo de persona, y claramente todos
somos un animal social, porque incluso teniendo todo en sus hogares, la gente
se junta en cafés a no estar tan solo. Este lugar es ideal para un escritor, o
para engendrar un asesino serial.
Me enamoré de este lugar a
partir de sus playas. Me aseguré de tener un techo para la vejez. No lo pude
comprar en Buenos Aires, lo compré aquí. Me asustaba la idea de tener que pagar
un alquiler de anciano. Me imaginé viviendo solo, frente al mar. Tener un
perro, caminar por la arena, entrar a un café a ver fútbol con otros viejos,
comprar libros baratos en esas librerías de la playa. Imaginaba esa vida
alejada de todo y todos, pero para cuando tenga arrugas, no a mi edad. Así y todo un
domingo 29 de mayo de 2016 me fuí de Buenos Aires y me mudé a Necochea.
Necochea es una ciudad argentina
ubicada en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires. Esta ciudad que explotó
demográficamente en los 70’s, tiene una de las mayores comunidades de
descendientes de vascos y daneses del país. En el año 1911, Necochea fue legalmente
declarada ciudad. La ciudad
se puede dividir en dos focos comerciales: el centro y la playa. Por el centro entendemos
al núcleo administrativo y fundacional de la ciudad, espacio en donde se encuentra
la municipalidad y la iglesia principal, en donde el movimiento comercial es el
más intenso durante la mayor parte del año, exceptuando el verano. Porque en esa
estación, la playa pasa a ser central en el devenir comercial y cultural. Lo
más destacable de su terreno arenoso, es lo vasto del perímetro, con lugares
donde hay mucha gente y otros sectores donde el espacio personal es más amplio.
Me mudé a una novela de Stephen King y Richard Matheson, salpimentada con algo
de J.G. Ballard. Vivo frente al mar y a tres cuadras de un bosque.
La ciudad por ahora es húmeda, con eco. Alguna
gente hace deporte. Los viejos leen el diario local. Se escucha bastante
reggaeton aunque hace mucho frío. La vuelta al perro en autos o caminando es
inevitable para los lugareños. Hay gente, pero también hay muchos perros
callejeros sueltos. Cuando la gente de acá habla parece que siempre terminan
las oraciones en pregunta. Quizás es la tonada. Quizás soy yo. Los perros son
más claros y directamente no preguntan nunca nada. Yo me vine por varias
razones, pero los que viven acá, ¿Son de acá? ¿Por qué se quedan? ¿No les da
curiosidad salir de la caverna? ¿Probaron en Buenos Aires? ¿Probaron en otros
lados? ¿Querrán? ¿Por qué hay vendedores en calles donde no pasa nadie? ¿Se los
ordena la ciudad? ¿Escuchan a su ciudad? ¿La sienten? ¿Necochea es una ciudad
mujer o una ciudad hombre? Los otros que no nacieron acá, pero que igual se
vinieron, ¿De qué huyen? ¿Si cubrís tus gastos estás viviendo o sólo
existiendo? ¿Son felices acá? ¿Se puede?
Dicen que usar la experiencia es
para los tontos, los iniciados. Que los sabios miran la historia. Yo por ahora me
rijo por la intuición que me da la experiencia, y por el raciocinio que me da
mi historia. Me falta mucho para ser sabio. No se si llego. Pero sí se cuando
no soy feliz. Si lo soy, te lo digo. Se me nota. Cuando me gusta estar en un
lugar, la lucho. Cuando estoy en un local sé dónde está la puerta de salida. Sé cómo y cuándo salir. Por eso salí de Buenos Aires. Me susurró que era tiempo de
irme.
El movimiento es vida. Si
sostenés tu vida te estancás. Hay que saber reinventarse. Hay que escuchar y
saber cuándo irte de la ciudad que te parió. Creo que Buenos Aires es una
ciudad mujer.
Cuando las oportunidades
laborales no son las mejores, y las podes hacer por Internet, vivir en Necochea
o Teherán da lo mismo; asi que te podés ir de Buenos Aires. Cuando tus
pulsiones sociales son diarias, no escribís todo lo que debés, cuando tu
crédito de escritor se empieza a acabar, cuando sabés que si vivís alejado vas
a producir mucho más; entonces te podés ir de Buenos Aires. Cuando tus amigos
son cada vez menos (los perdés por intereses, por pollerudos, porque quieren
cambiar, porque evidentemente entonces nunca fueron tus verdaderos amigos); te podés
ir de Buenos Aires. Cuando vivís en una ciudad pero tus inversiones siempre van
para la costa; podés dejar Buenos Aires. Todos en algún momento piensan: “Qué
ganas de mandar todo a la mierda”, en ese momento te das cuenta que podés huir
de Buenos Aires.
En la ciudad autónoma de Buenos
Aires estaba desordenado, tenía mucho a favor, pero estaba recalentando el
guiso. No está bueno, aunque acá todavía no hice nada. Apenas hice algo para
mí, nada para la ciudad. Sin embargo, recuperé muchas cosas: no me molesta
estar solo, es más honesto estar solo acá que sentirse solo en la muchedumbre
de allá. Además acá escribo, estoy tranquilo y tengo esperanza. Eso último
basado en la nada. En un nuevo comienzo. En la tabula rasa. Pura fé. Quizás
estar tranquilo naturalmente te da esperanza. Asi que por ahora me quedaré acá
y seguiré mi plan. Seré pragmático, aunque parezca frío, aunque lamente privarme
del refugio, de la compañía de algunos. Seré amable como todos acá. Hablaré
poco, como los lugareños. Trataré de creer en las sonrisas de la gente, aunque
el haber leído demasiado a Stephen King hace que naturalmente sospeche que acá
algo ocultan. Saludaré a los mozos y pensaré por qué siguen acá. Pensaré cómo
hace para levantarse a la mañana el del kiosco al que nunca le entra nadie. Observaré
al hombre que hace crucigramas todas las tardes en la misma mesa del mismo
café, y me preguntaré qué es lo que verdaderamente busca. No es fácil ser un
extraño en una tierra extraña. El camino a una vida mejor nunca es fácil.
CONTINUARÁ
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