Chile y el misterio de
si todo es mejor del otro lado (2009/13).
Para mi tercer día me fui a Viña. Esta ciudad se encuentra junto a la desembocadura del océano pacifico. Es la ciudad balnearia más concurrida de Chile y, a su vez, una de las más exclusivas. Es denominada como La Ciudad Jardín, puesto que la ciudad tiene una gran cantidad de áreas verdes y extensos parques a lo largo de ella. Es vista por los chilenos como la mejor comuna del país para vivir y trabajar.
Desde lo macro
económico se sabe que Chile funciona bien. ¿Pero cuán bien funcionaba para el
hombre de a pie? ¿Y a qué precio? La curiosidad era demasiado grande, así que
mis vacaciones en Enero de 2009 se llevaron a cabo del otro lado de la
Cordillera.
Saqué un paquete turístico
que me destinaba a estar 3 días en Santiago, 3 días en Viña del Mar y 1 día en
Valparaíso. Aunque viajé con un paquete, y algo de lujo, armé mi mochila igual
y me concentré en vivir como mochilero, aunque durmiese en un hotel cuatro
estrellas ;)
El combo turístico era
accesible en su momento, y ahora – por razones económicas - me dan ganas de
llorar cuando comparo precios (combi en el aeropuerto, viaje por LAN de ida y
vuelta, desayunos y 7 noches en hoteles cuatro estrellas – de las ciudades
mencionadas - a 865 U$, con un dólar a 3,50 pesos argentinos…).
Una vez que llegué al
hotel, creí que el chofer de la combi se había equivocado. Yo venía en 2007 de
mochilear por Cuba, en 2008 de vacacionar gasolero en Uruguay - y en este viaje
a Chile - digamos que volvió Bruce Wayne ;) El hotel tenía demasiado lujo y la
habitación tenía un LCD, mini bar, living, cocina, microondas y horno. Todo en
el hermoso barrio de Las Condes.
Lamentablemente debo
confesar que al llegar almorcé en McDonald’s. Era el único lugar abierto y
barato que tenía cerca, y además siempre me interesa medir indicadores como el
Big Mac Index ;) El combo (hace 4 años) lo pagué 4 dólares, mientras que el
mismo en Buenos Aires estaba 5 dólares. Más allá de mi incursión yankee en
territorio chileno, no me sorprendió ver lo norte americanizado de su cultura.
En mi estadía en
Santiago, me moví con total tranquilidad por las lindas comunas como Las
Condes, Altas Condes, Providencia, y barrios como Bella Vista. Sin embargo, más
allá de lo seguro-moderno-estético del lugar, en gran parte de Santiago faltan
detalles ciudadanos que transmitan identidad. Faltan cuestiones autóctonas, que
pueden ir desde lo gastronómico hasta la moda. Es una ciudad – en general – limpia
y segura, pero bastante neutra. La comida se muestra casi estadounidense y la
moda es bastante pobre. Mucho “trapo”.
Lo tristemente original
del sitio se nota en la división de clases sociales de la capital chilena. Es
visible y casi palpable (al hablar con los locales), que hay una amplia clase
baja (baja-baja, baja-media y baja-alta, que se para como nuestra clase media),
una mínima clase media (que se apoya en lo económico, en tener apellido de
renombre o pasado militar) y una pequeña pero poderosa clase alta vinculada al
gobierno, inversores extranjeros, la curia, militares, etc. Un dato extraño,
pero no menor, es lo importante de los apellidos en Chile. Fueron muchos
ciudadanos de ese país quienes me señalaron que tener un apellido inusual,
vasco o tradicional, abría un poco más la puerta a una vida acomodada.
Apellidos y lugares de residencia. Si uno vive en los barrios apoyados en los
montes, alejado de la ciudad, no consigue los mejores puestos laborales. Una de
esas extrañas e injustas reglas que acotan la mejor selección de un candidato profesional.
En algunos aspectos,
Chile está tan conectado a Estados Unidos que me fue imposible no alimentarme
en muchas de sus cadenas. Hay pocos quioscos y bastantes farmacias devenidas en
“convenience stores”. El aire yankee es pleno desde lo gastronómico. Así que en
mi primera noche pedí una pizza grande de pepperoni con dos cervezas Escudero
por 35 dólares. Tampoco me privaba de merendar Nestea con donas en Dunkin
Donuts a 4 dólares. Placeres chatarreros que se da uno ;)
La oferta de comida
local es relacionada al pescado, no es económica y tiene mucho de comida fusión
con la gastronomía peruana. Aunque piqué algunas cosas, mi especialidad local
favorita es el “lomo a lo pobre” que es lo que comen los laburantes que se dan
un gustito.
Un aspecto importante
de la vida citadina de Santiago es su red de subtes. Sus 6 líneas de Metro
conectan a toda la ciudad y los coches son modernos y amplios. Quizás esta
buena red subterránea, explique la escases de taxis. Otro aspecto muy positivo
de la metrópoli, es la limpieza, el orden y la seguridad; incluso con la
ausencia de carabineros. Al menos en los barrios más adinerados. Por esfuerzo y
suerte para ellos, se ha impuesto la cultura del orden y de un respeto (quizás
excesivo) a las autoridades; la cual asegura que aunque no los veamos, los
carabineros y sus garrotes, siempre están.
Los chilenos reciben
turismo en Enero y Febrero, pero ellos vacacionan (generalmente dentro de su
país) en Febrero. Santiago en Febrero puede parecer vacío y Viña desbordado. Yo
por fortuna caí en el primer mes de ese año.
El trato – general – para
con los argentinos es distante. De calma tensa. Entienden que estamos como
turistas, pero no nos quieren. Y el sentimiento es recíproco. Al menos para mí,
aunque les de mucho mérito en algunas cosas.
En Santiago, la vida
nocturna es escasa. Hay restaurants, algunos bares, insuficientes discos, pocos
cines, exiguos teatros, y el ambiente los fines de semana da sólo para salir a
tomar algo, en una ciudad donde las mujeres muy lindas se cuentan con los dedos
de la mano. Yo solía parar en un bar irlandés, que está en Las Condes, llamado
Flannery.
Para un paseo tranquilo
se recomienda caminar a lo largo de toda la Avenida Providencia. La calle
Suecia es la calle de los mejores bares, y tiene 3 cuadras de pura oferta de
tabernas.
En Santiago hice el clásico city tour (con la visita al Palacio de la Moneda, etc.) y me fui al Cerro a ver la vista panorámica. También tuve tiempo de ir a correr por el Parque Metropolitano (aunque esas subidas casi me matan).
En Santiago hice el clásico city tour (con la visita al Palacio de la Moneda, etc.) y me fui al Cerro a ver la vista panorámica. También tuve tiempo de ir a correr por el Parque Metropolitano (aunque esas subidas casi me matan).
Para mi tercer día me fui a Viña. Esta ciudad se encuentra junto a la desembocadura del océano pacifico. Es la ciudad balnearia más concurrida de Chile y, a su vez, una de las más exclusivas. Es denominada como La Ciudad Jardín, puesto que la ciudad tiene una gran cantidad de áreas verdes y extensos parques a lo largo de ella. Es vista por los chilenos como la mejor comuna del país para vivir y trabajar.
Al llegar a Viña del Mar
por la ruta CH-68, se llega a un monte donde está la zona alta del Barrio de Nueva Aurora. Se puede optar por desviarse al oeste hacia el Barrio de Recreo, uno de los más poblados, o seguir bajando
al plan de Viña del Mar. El Parque Metropolitano de
Valparaíso es digno de visitar y se ubica en Camino El Olivar.
Ni bien llegué a Viña, cené
Reineta, un filete de pescado, que servido con puré de papas, ensalada y Coca
Cola, me salió 5 dólares. Qué períodos aquellos ;) Incluso en esos tiempos de
precios más accesibles, quienes dicen que Chile es más caro que Argentina, es
porque no caminan lo suficiente. Claramente que en algunos aspectos puede ser
más caro, pero a nivel gastronómico y de indumentaria, los precios pueden ser
los mismos. Todo depende del principio de gustosidad de cada uno. Los
electrodomésticos son visiblemente más baratos que en Argentina.
Como en Viña prepondera
la playa, fue mucho lo que caminé y consumí en ella (jugo de piña y pancho por
2 dólares, churrasco a caballo con fritas y jugo por 3 dólares, falafel y coca
por 4 dólares, y así…). Un dato interesante desde lo alimenticio, es que a cada
plato que te sirven – en general – le agregan tomate y palta.
Los turistas chilenos
en Viña se comportaban de manera paradójica: aunque eran ejemplares a la hora
de manejar, si te atropellaban mientras caminabas, no se disculpaban.
Desde el ángulo del
entretenimiento juvenil, todo el mundo se enfocaba en sus equipos de música
portátiles. La historieta en Chile no tiene mucha penetración y sólo abunda la
Condorito o el manga. En Chile – como en el resto de Latinoamérica – se le da
mucha importancia al anime, mucha más que en Argentina.
Después de mi segundo
día en Viña, me fui a Valparaíso que sólo está a 10 minutos en auto de donde
estaba. Valparaíso es la tercera ciudad más grande y
poblada de Chile, después de Santiago y Viña del Mar. La ciudad se presenta en
forma de un gran anfiteatro natural, emplazada en una bahía rodeada de cerros, en los cuales vive
la mayor parte de la población.
Más allá de la clásica
visita a su puerto y playas (ninguna destacable), y la feria de artesanías
donde hay recuerdos de Pinochet que dicen “Gracias General”, Valparaíso no
aporta mucho a nivel turístico. Tiene pintorescos barrios que están empinados y
decorados (donde solía haber bastante arrebato), pero no suma mucho.
El mar, tanto en Viña
como en Valparaíso, tiende a ser profundo y traicionero; por eso los turistas
generalmente se refrescan pero no se aventuran muy adentro porque la corriente
los arrastra demasiado y se han lamentado demasiados ahogamientos de verano. Las
banderas de “Mar Picado” están desplegadas todos los días. Las playas de Valparaíso,
son particularmente angostas e incomodas si viene mucha gente a la playa. En
estas costas no se pueden hacer actividades deportivas debido a lo estrecho de
su playa; una de las tantas razones por las que regresé a Viña al otro día.
Las playas de Viña son
muchísimo mejores (son más amplias, limpias, con mejores servicios, etc.), sin
llegar a ser playas de México. La temperatura de esta sección costera de Chile llega
a tener una temperatura promedio de 30 grados en febrero, pero por las noches
refresca a la mitad de esa temperatura. Muy parecido a lo que ocurre en la
costa atlántica Argentina.
Una visita obligada en
Viña es la del Museo de la Isla de Pascua. Por 3 dólares se puede observar el
único ídolo de las Islas de Pascua que está en masa continental. Además de ver
la historia de quienes poblaron dicha tierra, reducían cabezas, construyeron
los ídolos de piedra, etc.
Viña está ubicada a una
hora de automóvil de Santiago y esa cercanía (y su infraestructura) la hace
ideal para vacacionar o hacerse una escapada. La playa Reñaca es la más cheta,
la más Punta de las playas locales. Modelos, jugadores de futbol, millonarios
son los que pasan por esa playa. La playa Acapulco es la Mar del Plata de
Chile. Generalmente está atestada de gente (clase media-baja). La playa Del Sol
es un lugar más intermedio, lo que podría ser una Villa Gesell chilena. En
todas las playas, por servicios o vendedores ambulantes, uno nunca está
desprovisto de alimento o bebidas.
Un plan turístico de la
tarde es salir a caminar por la Avenida Libertad, visitar el reloj de flores e
ir al Parque Quinta Vergara para ejercitar o conocer el anfiteatro donde reside
el Monstruo y se hace el festival de Viña del Mar. Además de estas actividades,
se puede cruzar el puente Ecuador, visitar el Casino de Avenida San Martín y 3
Norte, y hacer compras en el Viña Shopping y en el Mall Marina Arauco.
En Viña, los mejores
restaurants están ubicados sobre la Avenida San Martín entre la 10 norte y la 5
norte. Esta es una buena área para moverse de noche sin temer nada, ya que es
muy seguro, iluminado y hay actividad comercial y turística hasta la 1 de la
mañana. Es una excelente opción para cenar o tomar un pisco sour en uno de los
tantos bares que hay en esas cuadras.
Mi vida en dicha ciudad
fue bastante básica, pero descansada: Desayuno en el hotel, mirar tv, almuerzo
light (gastando hasta 4 U$), leer en la playa hasta las 8 p.m., bañarme e ir a
cenar/tomar. Y así fueron los 3 días que permanecí en dicha ciudad ;)
Viña es una ciudad a la
que volvería de vacaciones. Por unos 5 días. Tiene un buen mar que se puede
poner planchado, ideal para nadar. La arena es de conchilla triturada pero
aceptable. Y en general hay muy buenas playas como: Playa Los Marineros, Playa
Blanca y la mencionada Reñaca.
En Viña pare en el
Hotel Best Western que está en la Avenida Álvarez y Ecuador. Sí, me alejé un
poco de mis raíces mochileras, pero también me merezco lujo y descanso cada
tanto.
Después de 3 días de
completo relax en Viña, regresé a Santiago para mi último día en Chile (al menos
en mi primer viaje de 2009). Hice apenas algunas compras (por ejemplo, compré
cosas raras de bazar) y me continúe asombrando por cómo los favoreció el ALCA
desde lo económico pero cómo los perjudica desde lo cultural: quizás tener
ropa, electrodomésticos y otras cosas a un precio accesible a la larga sale
caro si todas las universidades son pagas y el conservadurismo es palpable y
hasta nauseabundo.
Fui a Chile a ver cómo
era, lo encontré ordenado, elitista, funcional, yankee y – hasta cierto punto –
lamenté que me haya agradado, así como lamenté que para ver una sociedad
funcional tuve que ser testigo de su conservadurismo exacerbado. Quiero creer
que la mano dura no es la solución a todo, pero – aunque sea con distintas
manos – lo que vi en Cuba y Chile me lleva a pensar eso. Chile es un país
preparado para el turismo y donde podría vivir 2 años. Funciona, lástima que
haya tantos chilenos ;)
Chile Hoy
Santiago es una ciudad
donde me logro sentir cómodo y a la que tranquilamente puedo volver. Y en menor
medida lo mismo se aplica a todo el país. Por eso regresé sin dudar en Abril de
2013 siguiendo a Pearl Jam en su gira latinoamericana.
Al llegar al aeropuerto,
esta vez no nos esperaba ningún tour (en 2009 viajé con una ex y este año viajé
con uno de mis mejores amigos); así que tomé una combi en la puerta de la terminal,
que te deja en pleno centro (Estación de Los Héroes) por 3 dólares.
El viaje de 30 minutos
nos dejó entre el Barrio Bellas Artes (que de bello sólo tiene el nombre) y el
Barrio Brasil. Ambos lugares eran parecidos al Barrio de Constitución en Buenos
Aires, razón por la cual decidimos seguir caminando por la Avenida Providencia,
rumbo a la comuna de mismo nombre. Los hostels en el barrio Brasil eran baratos,
pero ese lugar era complicado de noche, y como veníamos medio de lujo siguiendo
a una banda, por qué íbamos justo a regatear el mango en el lugar donde dormir
y dejar nuestras cosas.
Después de caminar
bastante por la Avenida Isidoro Goyenechea, la Avenida Providencia y la Avenida
11 de Septiembre, decidimos quedarnos en el Hotel Las Flores: ubicado en Av.
Antonio Varas 423, en el Barrio de Providencia. La zona es ideal y el hotel de
tres estrellas era muy bueno. Entre dos pagamos 92$ por noche con desayuno incluido.
La habitación tenía dos camas, baño con todos los servicios, ventilador, tv con
cable, era limpio y seguro.
Una vez que nos
registramos, fuimos a comer a un comedero, a unas tres cuadras, llamado “Donde
Panchito”, en la Avenida Varas casi 11 de Septiembre; y nos clavamos ensalada +
lasagna + pan + vaso de gaseosa + una manzana por 5 dólares. Raro el menú del
día y raro el precio. Sostengo la idea de que Santiago no es más caro que
Buenos Aires.
Por la noche, fue hora
de caminar un poco más por Providencia. Yo cené una hamburguesa con Red Bull
por 16 dólares y tomé una cerveza Kuntzmann por 7 dólares, aunque todos los
locales recomendaban tomar su particular bebida local llamada “Terremoto” (que
mezcla vino tinto y helado). Me abstuve.
Por la noche está
bastante bien caminar por Las Condes, pero si sos Nac & Pop seguramente te
guste visitar “La Piojera”, que es un boliche con autentico sabor local.
En el segundo día, me
fue imposible no pasar por un Domino
Pizza para almorzar antes de ir al recital de Pearl Jam en el Parque O’
Higgins. Aunque pagar 23 dólares por una pizza grande de tres toppings + coca
de litro y medio + una caja de panes de ajo, pueda parecer mucho, a veces la
felicidad sólo sale ese dinero ;)
Para llegar al
mencionado Parque, donde se llevaba a cabo el Lollapalooza Chile 2013, tomamos el Transantiago Metro, que está aún mejor que cuando
lo tomé en 2009. Aunque el pasaje de subte de 1,30 dólares pueda parecer caro,
cuando se ve la inversión en la red de subte, se puede comprender (si tenés
1,30 dólares para pagar por viaje…).
Cuatro años y tres
meses más tarde, el país estaba casi igual desde lo estético, pero políticamente
ya están muy desanimados con Piñera (lógico, duh) y esperan ansiosamente el
regreso de Bachelet. De todas formas, a los chilenos – y su capital – los vi
iguales que antes: imperturbables, limpios, civilizados, fachos, etc.
Chile vende su cobre,
su vino, sus servicios con capital humano barato, e importa todo lo que no
produce, que es demasiado y eventualmente eso lo terminas pagando caro.
Culturalmente todos siguen empujando para el mismo lado (más allá de la derecha
y la izquierda), quieren hacer respetar lo suyo (más allá de que vendan su alma
a un precio barato), y eso les genera derechos y oportunidades comerciales que
otros no tienen (un auto brasilero sale más barato en Chile que en Brasil),
pero el no producir y acostumbrarse a un vivir holgado a la larga deja un
precio alto a pagar, y eso ahora en 2013 ya se está notando.
Por el respeto a sus
instituciones, por la pulcritud, por la adoración a aquellos de uniforme, por
sus salarios bajos y sus vacaciones locales, por sus tratados comerciales, por
su racismo y elitismo, Chile debe ser el más estadounidense de todos los países
de la región. Y aunque la pase bien en Chile como turista, como Latinauta me
pone nervioso tenerlo viviendo al lado.
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